El
asesino
Stephen
King
Repentinamente
se despertó sobresaltado, y se dio cuenta de que no sabía quién era, ni que
estaba haciendo aquí, en una fábrica de municiones. No podía recordar su nombre
ni qué había estado haciendo. No podía recordar nada.
La
fábrica era enorme, con líneas de ensamblaje, y cintas transportadoras, y con
el sonido de las partes que estaban siendo ensambladas.
Tomó
uno de los revólveres acabados de una caja donde estaban siendo,
automáticamente, empaquetados. Evidentemente había estado operando en la
máquina, pero ahora estaba parada.
Recogía
el revólver como algo muy natural. Caminó lentamente hacia el otro lado de la
fábrica, a lo largo de las rampas de vigilancia. Allí había otro hombre
empaquetando balas.
–¿Quién
Soy? –le dijo pausadamente, indeciso.
El
hombre continuó trabajando. No levantó la vista, daba la sensación de que no le
había escuchado.
–¿Quién
soy? ¿Quién soy? – gritó, y aunque toda la fábrica retumbó con el eco de sus
salvajes gritos, nada cambió. Los hombres continuaron trabajando, sin levantar
la vista.
Agitó
el revólver junto a la cabeza del hombre que empaquetaba balas. Le golpeó, y el
empaquetador cayó, y con su cara, golpeó la caja de balas que cayeron sobre el
suelo.
Él
recogió una. Era el calibre correcto. Cargó varias más.
Escucho
el click-click de pisadas sobre él, se volvió y vio a otro hombre caminando
sobre una rampa de vigilancia. “¿Quién soy?” , le gritó. Realmente no esperaba
obtener respuesta.
Pero
el hombre miró hacia abajo, y comenzó a correr.
Apuntó
el revólver hacia arriba y disparó dos veces. El hombre se detuvo, y cayó de
rodillas, pero antes de caer pulsó un botón rojo en la pared.
Una
sirena comenzó a aullar, ruidosa y claramente.
“¡Asesino!
¡asesino! ¡asesino!” – bramaron los altavoces.
Los
trabajadores no levantaron la vista. Continuaron trabajando.
Corrió,
intentando alejarse de la sirena, del altavoz. Vio una puerta, y corrió hacia
ella.
La
abrió, y cuatro hombres uniformados aparecieron. Le dispararon con extrañas
armas de energía. Los rayos pasaron a su lado.
Disparó
tres veces más, y uno de los hombres uniformados cayó, su arma resonó al caer
al suelo.
Corrió
en otra dirección, pero más uniformados llegaban desde la otra puerta. Miró
furiosamente alrededor. ¡Estaban llegando de todos lados! ¡Tenía que escapar!
Trepó,
más y más alto, hacia la parte superior. Pero había más de ellos allí. Le
tenían atrapado. Disparó hasta vaciar el cargador del revólver.
Se
acercaron hacia él, algunos desde arriba, otros desde abajo. “¡Por favor! ¡No
disparen! ¡No se dan cuenta que solo quiero saber quién soy!”
Dispararon,
y los rayos de energía le abatieron. Todo se volvió oscuro…
Les
observaron cómo cerraban la puerta tras él, y entonces el camión se alejó. “Uno
de ellos se convierte en asesino de vez en cuando”, dijo el guardia.
“No
lo entiendo”, dijo el segundo, rascándose la cabeza. “Mira ese. ¿Qué era lo que
decía? Solo quiero saber quién soy. Eso era”.
Parecía
casi humano. Estoy comenzando a pensar que están haciendo esos robots demasiado
bien.”
Observaron
al camión de reparación de robots desaparecer por la curva.
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