Rutinas.
Mario Benedetti
A
mediados de 1974 explotaban en Buenos Aires diez o doce bombas por la noche. De
distinto signo, pero explotaban. Despertarse a las dos o las tres de la
madrugada con varios estruendos en cadena, era casi una costumbre. Hasta los
niños se hacían a esa rutina.
Un
amigo porteño empezó a tomar conciencia de esa adaptación a partir de una noche
en que hubo una fuerte explosión en las cercanías de su apartamento, y su hijo,
de apenas cinco años, se despertó sobresaltado.
“¿Qué
fue eso?”, preguntó. Mi amigo lo tomó en brazos, lo acarició para
tranquilizarlo, pero, conforme a sus principios educativos, le dijo la verdad:
“Fue una bomba”. “¡Qué suerte!”, dijo el niño. “Yo creí que era un trueno”.
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